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Sonrisas y lágrimas

Desgraciadamente, se ha trabajado muy pocas veces el tema de la liberación de los pueblos desde una perspectiva libertaria, y del mismo modo sucede cuando el nacionalismo plantea modelos políticos desde donde desarrollar la soberanía de su nación obviando habitualmente la ausencia de estado como una solución a ese objetivo. Esta situación va asociada al cacao mental que supone intentar definir los conceptos estado, soberanía, nación, pueblo, comunidad, etc. Más aún cuando esos conceptos no definen lo mismo dependiendo del lugar o de la lengua en la que se hable. A esto, hay que añadir la simplificación claramente interesada que se hace de toda esta problemática cuando se trata desde los medios de comunicación, con la gran influencia que suponen para el imaginario de gran parte de la sociedad.

Intentaré condensar brevemente unos pocos conceptos, realizando una propuesta de definiciones para poder entendernos, aunque sólo sirva para este texto. Podemos decir que un estado es un marco legal, ligado a un modelo organizativo que afecta a un país. Un país es una parte del globo que por diferentes motivos (bélicos, parentales o casuales) ha pasado formar parte de un ente político común y a ser dominado por un gobierno. Dicho gobierno es el poseedor de la soberanía de ese territorio, es decir, tiene la capacidad gestionarlo según sus necesidades y obligaciones. Dicha institución gestionará ese territorio como una propiedad, teniendo en cuenta en mayor o menor grado a aquellos que habitan dentro de ese territorio.

Existe otra palabra sobre la que tenemos que dejar clara su definición, pues existe una doble versión de la misma, y esta es nación. Por un lado, a partir de la Ilustración y de la Revolución Francesa, se utiliza el concepto de nación-estado para hablar del conjunto de ciudadanos de un estado, siendo ese marco legal el que lo condiciona; por otro lado, a partir del Romanticismo, se utiliza la nación-cultural, que se define a partir de unos rasgos característicos comunes como son lengua, cultura, costumbres, gastronomía o incluso la religión, creando de esta manera una cosmovisión que sirve a las personas que forman parte de ella para situarse dentro de su cotidianidad. Este conjunto de características de la nación-cultural nos dan a entender que la cultura es la que configura una cosmovisión y a veces incluso una cosmogonía (explicación más bien mitológica y poco científica de las cosas), donde las sociedades contemporáneas, más científicas, sustituyen a esta última parte por una más cosmológica (científica). Una concepción de la nación que es incluso anterior a la del estado e independiente de éste. Y, de hecho, lo que suele suceder es que esas naciones-estado intenten minorizar a las naciones-culturales.

A partir de esta última definición la lógica nos lleva a analizar cómo, en la práctica, la relación entre estas naciones y los estados de este planeta se plantea como un modelo de relación de “varios a varios” o NaN; es decir, un estado puede incluir más de un nación y al mismo tiempo una nación puede formar parte de más de un estado. También hay que añadir que una nación no tendría porque tener un marco territorial concreto, finito y contiguo, pero suele encontrarse en alguna región geográfica concreta del globo terráqueo. Pero también es cierto que, cada día más, más de una cultura convive en espacios geográficos comunes.

He realizado estas propuestas de definición e intentado esclarecer el porqué hace falta diferenciar dos conceptos que históricamente a algunas les ha interesado mezclar. Ahora planteemos -como libertarias/anarquistas/autónomas- cómo esa relación NaN puede convertirse en Na0; es decir, si podemos agruparlas en nuestro planeta sin necesidad de que estén vinculados a estados, pues nuestro modelo social pasa por su desaparición. Una desaparición de los estados que no debería suponer la desaparición de las naciones, pues como hemos visto son dos cosas diferentes.

Existen ensayos de cómo podría ser ese modelo político de naciones sin estado que pasan por desarrollar el concepto de confederación que ya planteó en su momento Piotr Kropotkin, complementado con los planteamientos que posteriormente reivindicarían la Organización Revolucionaria del interior de Macedonia y Adrinoble en agosto 1903, el magonismo durante la revolución mexicana en 1910, el makhnovismo ucraniano en 1918, la organización de la provincia libre de Shinmin durante la guerra de Korea contra el Japón de 1929 -1931 y otros no tan marcadamente libertarias pero igual de próximas y vigentes como el Zapatismo mexicano o el Confederalismo Democrático en Rojava del Kurdistan.

En el marco de un siglo XXI, después de la caída del muro de Berlín donde el “comunismo” perdió el Este y tras lo cual el capitalismo se sumió en la bacanal más grande desde 1929, llega el momento de construir un mundo nuevo. El capitalismo feroz deja diariamente un reguero de muertos en guerras intestinas y en los viajes de las famèlicas legiones que intentan huir de sus desastres locales y van en busca de paraisos inexistentes. Resulta muy fàcil hacernos creer que estas muertes son inevitables y se camuflan bajo la apariència de conflictos tribales o religiosos, mientras nos esconden los beneficios producidos por el mercadeo con el petròleo, el coltán u otros recursos energèticos o minerales que se esconden bajo el terreno bèlico. Mientras tanto, esa parte del mundo autodenominada Occidente mira a sus víctimas como si se tratara de una fugaz pesadilla de la que nos olvidamos con facilidad. Eso sirve para agradecer a nuestros amos que nos gobiernen con mano firme para que eviten que llegue la sangre a nuestros ríos. Pero de vez en cuando, como vimos en Atocha o París, alguien nos recuerda que no estamos en ese mundo y socializa las barbaries que se cometen diariamente en el resto del planeta. Pese a ello la industria bélica no para ni para reponer fuerzas y ello alimenta a los inversores que mueven sus activos desde la ya caduca industria europea.

La pobreza y la miseria dejada por nuestro Occidente alrededor del mundo también genera mano de obra barata, en algunos momentos llega incluso a ser esclava, lo que permite a las grandes multinacionales abaratar costes llevando allí sus centros de producción. Eso sí que nos afecta, porque nos toca de cerca cuando se cierran nuestras fábricas, nuestros indústrias, nuestras minas… Esa deslocalización de los puestos de trabajo que nos deja sin los sustentos, sin las casas y sin los privilegios que hasta hace poco nos permitían tener en ese juego llamado estado del bienestar. Aquí, cuando nos tocan en primera persona es cuando nos despertamos, salimos y tomamos los espacios públicos en concentraciones, manifestaciones, sentadas, ocupaciones y okupaciones, etc., e incluso hay quien delega en las urnas su actividad militante esperando a que nos lo solucionen esos gestionadores de los estados que mentaba antes.

Ahora intentaremos explicar aquello que denominan “el procés”. Para hacerlo, permitidme retroceder unos años atrás, hasta el 2004. La Generalitat de Cataluña abrió unos foros virtuales donde “debatir” la reforma del Estatuto. La petición más repetida sería la de la legalización de la marihuana y los principales debates censurados eran los que giraban en torno a este tema y los de la represión ejercida por los Mossos. El articulado pasó por diferentes cribas políticas y judiciales que llevarían a hablar a Montilla de una creciente desafección hacia “España”. Las reformas de los estatutos llegarían también a otras comunidades autónomas y en las más cercanas (la valenciana, la aragonesa o la balear) las rellenaron de medidas que pretendían distanciarse de cualquier hipotética complicidad, no contemplando ni tan siquiera las existentes en el ámbito lingüístico o cultural. Posteriormente vendrán las consultas sobre la independencia celebradas en 554 municipios, una iniciativa nacida de una base social heterogénea, y una muestra de ello es la amplia variedad de modelos de pregunta que se hicieron. Posteriormente se celebrarán masivas demostraciones por el centro de la ciudad de Barcelona. En la primera manifestación, la del 10 de julio de 2010, José Montilla tuvo que huir por los insultos y algún intento de agresión que sufrió, y en la del 11 de septiembre 2012, CiU intenta condicionar su participación y suavizar el discurso independentista de la misma. También aparecieron fuerzas políticas (Reagrupament o SI) como fruto del descontento de aquellos que se sentían independentistas, sin olvidarnos de la entrada disruptora de las CUP en el Parlamento. La crisis y los recortes en los servicios básicos nutrieron el movimiento de los Indignados y por poco no incluyeron la defensa de la liberación nacional, que no fue recogida entre los puntos básicos debido al bloqueo del consenso que mantuvieron menos de una docena de personas de sentir españolista dentro de una asamblea de más de 500). CiU, creyendo liderar el proceso, intentó aprovechar el tirón convocando unas elecciones anticipadas que le hicieron perder un gran número de escaños. Las propuestas políticas ciudadanas como las consultas, las manifestaciones, la Vía Catalana del 2013, la V en 2014 y la macro-concentración de Meridiana del 2015 han traído de cabeza a las fuerzas políticas tradicionales, que en un primer momento no supieron asumir este movimiento social y que finalmente intentaron capitalizarlas absorbiendo sus cúpulas directivas en una candidatura única llamada Junts pel Sí (JxSí), que se suponía disolvía a ERC y CDC (la C de CiU) en su interior. Un último movimiento a la desesperada de CDC para conservar en la silla a su M. H. presidente Mas, después de ver como caían en picado, elecciones tras elecciones, cediendo votos a opciones como ERC y CUP.

Ahora, unos meses después de las elecciones el panorama es incierto. JxSí se ha metido el tortazo de su vida y no consiguió la mayoría absoluta que esperaban. Para hacer gobierno esperan que la CUP les dé su apoyo o como mínimo se abstengan. En la CUP no lo tienen claro, hay gente que apoya no evitar un nuevo gobierno de Mas -que sólo necesitaría de la abstención de la CUP-, otra que apoya no evitar un gobierno de JxSí pero sin Mas -igual abstención de CUP- y otra que de ninguna manera quiere facilitar la investidura a JxSí. Así que se supone que el pulso se mantendrá alrededor de las políticas sociales que se van a llevar a cabo y cómo se van a reflejar también éstas en ese nuevo estado para que no sea tan liberal como los demás. Parece que el 27 de diciembre se sabrá el desenlace que, sea cual sea, seguro abrirá heridas en el sí de la CUP.

Una vez puestos en contexto, volvamos a nuestros movimientos sociales, a nuestras casas okupadas o ateneos y lloremos sobre la espalda de alguna compañera mientras nos hacemos las preguntas: ¿Cuál es la asamblea donde se decide sobre el modelo político de esta nueva entidad política catalana? ¿Qué células anarquistas levantarán barricadas si los tanques entran de nuevo por la Diagonal? ¿Cuanta gente de la ANC piensa que el anarquismo es algo no forzosamente vinculado a drogas y cerveza fría? ¿Sabe Artur Mas dónde está el Kurdistán? Y nuestra mayor pregunta… ¿Donde se habla de Kropotkin en el Procés? La respuesta es para seguir llorando. Nuestro bajo grado de incidencia es ridículo, por mucho que la prensa derechosa no se canse de tildar a la CUP de partido anarquista y de llamar a ese posible pacto para la independencia “pacto de Can Vies”.

Pese a todo ello aún quedan sonrisas que dibujar cuando vemos todo aquello que arañamos al poder -esperemos que por mucho tiempo- cuando recordamos lo conseguido con el CSA Can Vies, La Harmonía, La Flor de Maig, Can Batlló…, donde proyectos más o menos autogestionados recuperan espacios de poder como antaño cuando se hablaba de construir una sociedad paralela. Y ver que, pese a la represión, hay quien aún ejerce la gimnástica revolucionaria y hace que las calles recuerden de nuevo aquella ciudad de las Germanies de València, la dels Forans en Mallorca o Rosa de Fuego que fue Barcelona. Y es entonces cuando parece que el mundo renace de sus cenizas.

Entrada la noche, seguiremos luchando, a veces entre sueños, por una confederación de pueblos libres de los Països Catalans.

21 de diciembre del 2015
Aborigenen Internatzionala – Internacional Aborigen – 2