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De fábrica impulsada por vapor a impulsar la autogestión

En 1878, se inauguró la “Fábrica de Hilados y Tejidos de Algodón, blanqueo, estampados y aprestos de Juan Batlló” en los terrenos de la masía de Can Mangala del recién anexionado a la ciudad de Barcelona municipio de Sants, concretamente en el barrio de la Bordeta. Esta fábrica inicialmente constaba de un único edificio del ingeniero Juan Antonio Molinero. Debido al crecimiento de la empresa, esta requirió de nuevas naves que fueron creciendo al alrededor de la nave original. En 1892, tras la muerte de Juan Batlló, sus sobrinos siguieron el negocio hasta la Guerra Civil, que vivió una colectivización que transformó parte de esta en la fábrica de industria de guerra F2 donde se fabricaban explosivos para el gobierno republicano. Tras la muerte de Juan Batlló, en 1892, sus sobrinos siguieron el negocio, hasta traspasarlo en 1943 al empresario y bien conectado con el régimen Julio Muñoz Ramonet, quien a la vez controlaba también la provisión de materias primas de la competencia. En 1964, a causa de la crisis del sector textil, la compañía quebró y Muñoz Ramonet reconvirtió la fábrica en un polígono industrial, compartimentando las naves en 700 espacios repartidos por los cerca de 10h, que se alquilaron a pequeños industriales como talleres y almacenes.[1]

Gráfico 1. Fábrica de Can Batlló al pie de la montaña de Montjuïc

Gráfico 1. Fábrica de Can Batlló al pie de la montaña de Montjuïc

No hace falta recordar la larga tradición de luchas sociales, políticas y laborales, mayoritariamente de carácter libertario, que han caracterizado Sants y gran parte de la ciudad durante el s. XX. Siguiendo esa conflictividad latente, fue como durante los años 1970 y posteriores, largas y duras sociales y vecinales empezaron a reivindicar una nueva forma de gestionar la ciudad, con el objetivo de horizontalizar las decisiones sobre la gestión del entorno en el cual vivían. En esa dirección se iniciaron luchas en Sants por la recuperación para zonas verdes o equipamientos de algunos espacios en desuso, con futuro incierto o con operaciones especulativas al acecho. Se iniciaron campañas por la recuperación de espacios como las cocheras de los tranvías o las antiguas fábricas de vapor de la España Industrial, el Vapor Vell o Can Batlló. Estas reivindicaciones fueron consiguiendo sus frutos, no sin seguir largos procesos de conflicto con las instituciones. Así, poco a poco, esos espacios fueron municipalizándose. Las Cocheras se transformaron en un centro cívico, la España Industrial mayoritariamente en un parque con algunos equipamientos y el Vapor Vell en una escuela y una biblioteca2.

Estas luchas consiguieron que el Plan General Metropolitano de 1976 considerara que los terrenos de Can Batlló fueran destinados a equipamientos y zona verde. Pero algo más de 40 años costó la negociación entre la familia Muñoz Ramonet, las administraciones públicas y los pequeños industriales afectados. En 2010, viendo el bloqueo de la situación, la “Plataforma Can Batlló és del Barri” se propuso dar un ultimátum que situaba el 11 de junio de 2011 como fecha límite para iniciar la reconversión del espacio. Aquel día, tres columnas de vecinas salieron de tres puntos diferentes del barrio emprendiendo camino en columnas hacia el recinto donde a las 11h se entraba en el recinto para tomar posesión de las primeras naves. Ante la posibilidad de que se cumpliera la amenaza de okupación, el ayuntamiento decidió conseguir acceso autorizado por la propiedad entregando llaves de una de las naves a la Plataforma. Se iniciaba así la creación de lo que hoy en día conocemos como Espai Comunitari Veïnal Autogestionat de Can Batlló.

Esta es la primera vez que en todo el Estado Español se realiza un convenio público mediante el balance comunitario que produce la actividad del centro a través del retorno social en una cesión por un plazo de 50 años (distribuidos en 30 años más dos prórrogas de 10 años). Este retorno social se cuantificó en 2017 en más de 48.000 usuarios en 849 actividades, lo que supuso 82.185 horas de trabajo voluntario y cooperativo.

El modelo autogestionario asumido pretende afrontar el funcionamiento de todo ello con la menor dependencia posible de las instituciones. El espacio se gestiona de forma asamblearia, por ello se reúne semanalmente para realizar su coordinación y mensualmente en asamblea general. Existen diferentes grupos que pretenden cubrir diferentes objetivos, que pasan por la gestión interna; crear redes vecinales y de apoyo mutuo; gestión del espacio público y comunitario; cultura y ocio; educación y formación; cooperativa de vivienda; actividad económica entorno a modelos cooperativos de economía social y solidaria; etc.

Gráfico 2. Una de las primeras asambleas en el interior del espacio

Gráfico 2. Una de las primeras asambleas en el interior del espacio

Para la transformación del espacio, se trabaja profundamente en dos aspectos concretos: movilidad y usos. Se valoró la importancia de mejorar la conexión entre el tejido de la Bordeta y el interior del recinto. Así se recupera la circulación entre la calle Parcerisa y plaza de la Pelleria que a su vez cruza con el eje entre la calle Constitució y la Gran Vía. También se buscó incrementar la permeabilidad, por lo que se han reducido las barreras que suponían los muros que delimitaban el recinto. Por otra parte, se apuesta por los usos vecinales tanto en el espacio libre como en parte de los edificios existentes como en nuevos. En relación a esto, se apostó por reutilizar gran parte de las edificaciones existentes que se encontraban en buen estado.

En la totalidad del polígono inicial aparecen edificaciones de viviendas y de oficinas de explotación privada, un ambulatorio, una escuela municipal de audiovisuales, el archivo municipal, pistas deportivas que incluirá campo de fútbol del equipo local (U. E. Sants)…

Entre los espacios que encontramos gestionados por la asociación del ECVA Can Batlló podemos encontrar: diferentes salas polivalentes, la biblioteca Josep Pons, una cantina, un auditorio para unas 150 personas, rocódromo, sala de serigrafía, sala de costura, comedor, taller de infraestructuras, carpintería, taller de artes, imprenta colectiva, taller de cerveza, archivo de movimientos sociales, espacio de circo, corre-can, huertos, escuela de oficios, talleres mecánicos y de movilidad, cooperativas de diversa índole (de consumo, de impresión, de educación…), Coopolis (fomentadora, formadora, incubadora y acompañante de cooperativas) y la cooperativa de vivienda La Borda.

Oriol Rigola
Participante del ECVA Can Batlló

1 “Inventari de Can Batlló. Teixint una història col·lectiva” D.D.A.A., 2014 Ed. Riera De Magoria, capítulo “Dels Batlló als Muñoz” de Agustí Giralt.

2 “Centre Social de Sants: una experiència associativa” Josep Martí Gómez i Josep Marcè i Fort, 1996

Article publicat al llibre “Restos y rastros.
Memorias obreras, patrimonio y
nuevos usos de los espacios industriales”
Ed. El Viejo Topo, 2020